BENDICIÓN DEL DÍA 5 DE MAYO
DE 2007, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL
ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Levantad
todos los objetos; todos serán bendecidos para los enfermos...
Yo
os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
MENSAJE DEL DÍA 5 DE FEBRERO DE 1983, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, mi Corazón está triste porque los hombres son ingratos y crueles; abusan de mi misericordia y han convertido el mundo en escenario de crímenes y de placeres, hija mía. Derramo misericordia por todas las partes; pero los ingratos no quieren salvarse, hija mía.
Me he manifestado en muchos lugares del mundo; pero los representantes de mi Iglesia hacen desaparecer mi nombre, hija mía. ¡Qué ingratos son, hija mía! Me manifiesto para dar avisos a toda la Humanidad, para que se salven. ¿Qué hacen, hija mía, qué hacen con mi Iglesia, hija mía? Intentan, en cualquier lugar que me he manifestado, desaparecer mi nombre, porque ellos mismos, hija mía, no creen en mi existencia.
Tampoco comprenden, hija mía, que yo me pueda manifestar a almas pequeñas e incultas, para decirles que se han dejado guiar por la astucia del enemigo que los ha adentrado en el mundo de placeres, hija mía. Han olvidado la oración y el sacrificio, hija mía. Que cojan el camino del Evangelio, que es el camino de luz, de caridad, de humildad, de pobreza y de celo para la gloria de Dios, hija mía.
También, hija mía, avísales que cambien sus vidas; que se dediquen a la oración y a la penitencia; que los ángeles de Dios van a hacer gran justicia y van a morir todos los enemigos de la Iglesia. Sí, hija mía, que hagan visitas; haced visitas al Santísimo, hija mía. Mi Hijo está triste y solo, esperándoos a todos. Los ángeles están preparados, hija mía. Que mis almas consagradas vuelvan al camino de la oración y de la penitencia; que van a ser gobernados, hija mía, por una vara de hierro y beberán la cólera de Dios, hija mía. No piensan, hija mía, que me puedo manifestar a los pequeños, a los humildes, para confundir a los poderosos. Sé astuta, hija mía, están intentando planes diabólicos para destruir esto, hija mía. Sé humilde, hija mía; humildad es lo que te pido, y que seas astuta como la serpiente, y humilde y sencilla como la paloma, hija mía.
Mira mi Corazón cómo está, hija mía, por mis almas consagradas. Besa el suelo, hija mía, en acto de reparación por todos los pecados... Por las almas consagradas, hija mía. Este acto de humildad, hija mía, ofrécelo por mis almas consagradas. Mira mi Corazón, hija mía, cómo está; está cercado de espinas por la ingratitud de los hombres. No lo toques, hija mía, no hay ni una purificada.
Haced oración y sacrificio porque está próximo, hija mía, el Juicio de las naciones. En cada nación se hará un pequeño juicio y en aquellas naciones donde no hay piedad, ni amor, ni humildad, habrá grandes castigos, hija mía.
Tú, hija mía, no te dejes engañar por la astucia del enemigo. Intentan destruir esto, hija mía. Humildad es lo que pido; humildad, oración y sacrificio. Seguid rezando el santo Rosario, hijos míos, por la salvación del mundo, por las almas de los pobres pecadores. Vuelve a besar el suelo, hija mía... Por toda la Humanidad, por todos mis hijos.
Ofrécete, hija mía, como víctima en reparación de todos los pecadores. Mientras haya víctimas, hija mía, que quieran reparar, Dios Padre detendrá su justicia, hija mía. Quiero que se salve, por lo menos, la tercera parte de la Humanidad. Sí, hija mía, te sigo repitiendo: no hagas caso de los lobos, hija mía, que son lobos revestidos con piel de oveja; intentan destruir esto, hija mía. Esto ha pasado en otros lugares, hija mía. Pido que sigáis haciendo el Vía Crucis, hijos míos, y que meditéis la Pasión de mi Hijo, que está muy olvidada.
Bebe, hija mía, unas gotas del cáliz del dolor... Está muy amargo, hija mía; esta amargura la siente mi Corazón por todos mis hijos sin distinción de razas, hija mía.
Escribe otro nombre en el Libro de la Vida, hija mía... Este nombre, hija mía, no se borrará jamás. Y tú, hija mía, sé humilde; mi Hijo quiere almas pequeñas, muy pequeñas, hija mía, para poderlas trasplantar en su jardín. Tienes que hacerte muy pequeña para subir muy alta.
Yo os bendigo, hijos míos, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Hija mía, sé astuta. Intentan decir que estás neurasténica y loca, hija mía. Que todo esto lo haces porque estás enferma, hija mía. Sé humilde a las pruebas que te esperan, hija mía.
Adiós, hija mía, adiós.
5-Febrero-1983
«Hija mía, hija mía, mi Corazón está triste
porque los hombres son ingratos y crueles; abusan de mi misericordia, y han
convertido el mundo en escenario de crímenes y de placeres, hija mía. Derramo
misericordia por todas las partes; pero los ingratos no quieren salvarse, hija
mía» (
¡Qué ingratitud la de
En sintonía con la
espiritualidad de
Se entiende así lo que
dijera el Señor en el mensaje de 6 de abril de 1996: «Os digo, hijos míos: arrepentiros y
convertiros, que los tiempos son graves y los hombres no habéis alcanzado a ver
la justicia de Dios, porque sólo os quedáis en la misericordia, hijos míos. Yo
emplearé mi justicia para los injustos y mi misericordia para los
justos».
Continuamos con el
mensaje objeto de nuestro comentario: «Me
he manifestado en muchos lugares del mundo; pero los representantes de mi
Iglesia hacen desaparecer mi nombre, hija mía. ¡Qué ingratos son, hija mía! Me
manifiesto para dar avisos a toda
«Me he manifestado en muchos lugares del
mundo»: con estas palabras,
Vamos a contestar a
esta pregunta según los criterios
largamente madurados en
1. Que haya información suficiente: en la
actualidad, hay medios técnicos para recabar dicha información: grabaciones en
audio, en imágenes, trascripción de los mensajes, entrevistas,
etc.
2. Ortodoxia: ¿son las apariciones
conformes con la fe y las buenas costumbres? Porque un error serio en estas
materias basta para descartar la autenticidad. «Todo reino dividido contra sí
mismo será desolado» (cf. Mt 12, 25;
Mc 3, 24).
3. Transparencia: ¿se refieren las
apariciones y videntes a Dios, a Cristo, al Evangelio, al servicio de Dios y de
los hombres, para el bien de la fe, de la felicidad y de la paz? ¿O se refieren
a ellos mismos, a las particularidades de sus opciones y de su visión, a la
abundancia de sus inspiraciones, a la extravagancia de sus ritos,
etc.?
4. Hay signos serios de que el dedo de
Dios está allí. Son los frutos: curaciones, conversiones y distintos milagros,
como la danza del sol de Fátima, y otros signos del Cielo. Hay que contemplar
los frutos en todos sus niveles: los videntes por sí mismos, el testimonio de su
vida, el entorno, los peregrinos y todos aquellos que creen en las apariciones o
visitan al vidente.
5. Discernimiento de los expertos de
diversas competencias (médicos y psiquiatras) acerca de la salud o patología de
los videntes, sobre todo en los momentos de éxtasis.
Conviene aclarar que
este criterio está en discusión. No se debe aplicar, como han hecho algunos
teólogos, de un modo racionalista, lo que les ha conducido a considerar, por
ejemplo, el éxtasis como un fenómeno patológico ignorando la intervención
sobrenatural.
6. Actitud de la autoridad eclesiástica
ante el fenómeno: ¿favorable o desfavorable?
Aunque
En un primer examen
pastoral de los hechos, si no hay nada contra la fe y las buenas costumbres, si
las apariciones producen buenos frutos, el obispo puede asumir el evento y
autorizar oficialmente el culto.
Podemos añadir, como
conclusión, que los criterios recién enumerados estimamos que se cumplen
en el caso de Prado Nuevo (El Escorial) y en la persona de Luz Amparo,
a quien consideramos un alma elegida y auténtico instrumento en manos de
Dios. René
Laurentin habla de este caso en el libro citado valorándolo de forma muy
positiva(5).
Con motivo del 25º Aniversario de las apariciones de El Escorial, ha vuelto a
intervenir en un trabajo sobre el tema publicado en la revista francesa Chrétiens Magazine(6).
(1) Dives in Misericordia, 13.
(2) Ibíd., 14.
(3) Ibíd., 15.
(4) O. c. (Madrid, 1989) pp.
62-67.
(5) O. c., pp. 143-146.
(6) Nº 191,
15-junio-2006, pp. 10-13.